Un niño entra en una tienda y pide una hoja y le explica al dependiente que es para su padre, que quiere disfrazarse de Adán por carnaval y necesita la hoja para taparse.
El dependiente se la vende, pero el niño vuelve al poco rato:
"Perdone usted, pero... ¿me podria dar otra más grande? Ésta no es suficiente."
Así lo hace y el niño... vuelve al poco rato.
"Perdone las molestias, pero aún no es suficentemente grande."
El dependiente le da la más grande que tiene... pero a los quince minutos vuleve a tener al niño en la tienda.
"¿¡Aún no es suficiente!?"
El niño dice no con la cabeza tímidamente. El dependiente, ya cabreado, coje una escalera, se sube a la palmera de la calle y corta una hoja y se la da al niño.
Pero... poco después... el niño vuelve a la tienda. Y entonces el dependiente le dice:
"Mira niño, dile a tu padre que se ponga la polla en la boca, los huevos a la espalda y que se disfraze de buzo, ¡cojones!"
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Manolo llega a la taquilla del cine y en cinco ocasiones compra el mismo boleto. Viendo que es el mismo tipo, el taquillero, entremetido, le cuestiona:
"¡Bueno, señor, ya es la quinta vez que compra boleto! ¿Qué le pasa?"
"¡Coño, con un carajo, es que cada vez que entro me lo rompen!
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El abuelo está en el baño lavando al nietecito.
"Abuelo, ¿crees que yo tengo una buena pichurrilla?"
"Pues verás, no está nada mal para tu edad".
"¿Cuánto puede pesar más ó menos, abuelito?"
"Calculo que unos 150 gramos".
"¿Y la de papá? ¿Está bien?"
"Hombre, tu padre es mayor, con más experiencia, más formado. Tampoco se puede quejar".
"¿Y cuánto pesará la suya?".
"No sabría decirte. Alrededor de 300 gramos, más o menos".
"¿Y la tuya, abuelo, pesa mucho?"
"Ni te imaginas. ¡Entre tu abuela y yo no podemos levantarla!"
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Llega un nuevo recluso a una cárcel de baja seguridad, donde todos los presos pernoctan en un dormitorio colectivo. Algo así como dos mil tipos acostados en un solo salón. Lo que llamó la atención del nuevo era que todos los presidiarios se echaban pedos soplados, es decir, sin hacer ruido.
"Yo les voy a enseñar a estos cabrones como se echa un buen pedo", pensó.
Después de la cena, que consistió en unos frijoles recién hervidos, el tipo empezó a sentir que todos se echaban pedos muy hediondos pero que no sonaban. En esas estaban, cuando sintió ganas; dirigiéndose a sus compañeros les gritó:
"¡Así se echan los pedos, cabrones!"
"¡Prrrrrrrrrr!"
En ese momento se empezó a escuchar un murmullo que fue creciendo en intensidad. Uno de los reos grita:
"Si van a rifar ese culito virgen yo pago lo que sea".
Y se le echaron encima.
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jueves, agosto 03, 2006
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